martes, 18 de mayo de 2010

Requetés, los eternos perdedores

ARCHIVO PABLO LARRAZ Sobre estas líneas, tercio de requetés de Oriamendi en Vizcaya, en marzo de 1937; a la izquierda, Benito Martínez Albero, de Citruénigo (Navarra), el primer requeté que entró en Bilbao


ABC 17/05/10

Requetés, los eternos perdedores

Hoy se presenta «Requetés de las tricheras del olvido», libro que reúne 65 testimonios orales de los últimos supervivientes de los tercios carlistas de la Guerra Civil

PEDRO CORRAL | MADRID


Alzaron las raídas banderas de sus abuelos, cantaron sus viejos himnos y lemas -«Por Dios, la Patria y el Rey»-, bautizaron sus tercios con el nombre de sus antiguas gestas -Lácar, Montejurra-, y perdieron otra vez... A punto de que las puertas de la Historia se cierren definitivamente a sus espaldas, un libro recoge ahora los testimonios orales de los últimos supervivientes de las unidades carlistas en la Guerra Civil: 65 hombres y mujeres casi centenarios que desgranan sus recuerdos para ganar la última batalla contra el silencio y el olvido. «Requetés. De las trincheras al olvido» (La esfera de los libros), cuya edición ha promovido la Fundación Ignacio Larramendi, con prólogo y epílogo de dos grandes hispanistas, Stanley G. Payne y Hugh Thomas, no es un libro con ánimo de reivindicación ideológica, sino humana. Sí que es un alegato contra el intento de eliminar por decreto, de la memoria de todos, las vivencias de una parte de quienes lucharon en las trincheras. Historias de heroísmo y de abnegación, de idealismo y compromiso, como las que se dieron en el bando opuesto. Unas y otras igualmente dignas de ser conocidas y asumidas, precisamente para que no olvidemos.
Pablo Larraz Andía y Víctor Sierra-Sesúmaga, expertos en historia e iconografía del carlismo, han compuesto un retablo humano extraordinario, pleno de matices. Es la guerra española vista a ras de suelo, en las trincheras, en los hospitales, en las cárceles, incluso en los talleres de ropa para los combatientes. Sin pretender la elaboración de un estudio global sobre los requetés en la Guerra Civil -60.000 voluntarios encuadrados en 42 tercios, 6.000 muertos-, han conseguido un mapa completo de las vicisitudes del carlismo durante la contienda. Por las páginas de «Requetés» desfilan voluntarios de la primera hora, supervivientes de tercios prácticamente aniquilados, evadidos de las cárceles republicanas, carlistas que desertaron del Ejército Popular, capellanes, médicos, enfermeras, conductores de ambulancia y «margaritas» del Socorro Blanco.
Sus historias van acompañadas de un magnífico fondo fotográfico que sorprenderá incluso al que cree haberlo visto ya todo sobre imágenes de la Guerra Civil.
Es difícil destacar los más valiosos testimonios entre tantas voces únicas. Si acaso señalar a José Larrea Ortiz, último superviviente de los míticos «Cuarenta de Artajona», los primeros requetés que entraron en San Sebastián, y que recuerda a dos compañeros, los hermanos Iracheta Vital, que cuando silbaban las balas nunca obedecían la orden de cuerpo a tierra... porque eran sordomudos. A José María Costa Velasco, requeté catalán, del Tercio de Montserrat, que escapó a la aniquilación de su unidad en el cerco de Codo, en la batalla de Belchite. A Joaquín Mansoa Andía, de una familia de ocho hermanos, todos requetés voluntarios, dos de ellos fallecidos en combate.
Sánchez Mazas
También a Jesús Lasanta, voluntario con sólo 13 años en el Tercio de Lácar. A Miguel de Legarra, del Tercio de San Miguel, que descubrió en los bosques de Gerona al escritor falangista Sánchez Mazas. A Joaquín Nebreda, superviviente de las matanzas del buque-prisión «Cabo Quilates» de Bilbao. Y a Félix Igoa Garciandía, miembro de la Partida Barandalla, émula de las viejas partidas de la primera carlistada.
Los testimonios de «Requetés» destilan en su mayoría un sentimiento de desengaño por la posterior inquina de Franco contra quienes fueron sus aliados. Lola Baleztena, fundadora de las «margaritas», recuerda en el libro cómo en el desfile de la victoria en Madrid se prohibió a los requetés marchar con el crucifijo con el que habían entrado en combate en todas las batallas de la guerra. Después siguió la clausura de los círculos carlistas, el cierre de sus periódicos y revistas e incluso la encarcelación de sus veteranos, como los 83 requetés detenidos en diciembre de 1945 en Pamplona por sus críticas al régimen. Los requetés habían ganado una guerra de la que pronto se sintieron perdedores. Hasta en eso fueron fieles a la tradición de sus mayores, como buenos luchadores de una causa perdida.

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