martes, 25 de mayo de 2010

La secta de los curas satánicos

EL MUNDO – 25/05/10]

Desde el más allá (más o menos)

La secta de los curas satánicos

23MAY201010:51


Lo más satánico de esta pintada es la ortografía.
Cada cierto tiempo aparece un sesudo informe para advertirnos sobre el enorme peligro que representan las sectas satánicas. Pruebas, por supuesto, ni una ni media, pero alarmismo todo el que haga falta y más. Resulta curioso que, a estas alturas, los únicos empeñados en que sigamos creyendo la existencia del maligno sean curas.

Vayamos por partes. En primer lugar hay que felicitar a los autores del “Informe sobre la actualidad del satanismo en España” por el nombre de su asociación: RIES (Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas). Por lo menos dan la cara. Y es lo mínimo que se puede hacer cuando alguien dice que el número de sectas satánicas conocidas en España se ha duplicado en 20 años. Mentira. Ni sus propios datos dicen eso.

Lo que han hecho es coger las que Pilar Salarrullana (en la foto) incluyó en su libro Las sectas satánicas y han sumando las que han salido en distintos artículos recogidos aquí y allá. Lo que me extraña es que uno de los miembros de RIES (el sacerdote Manuel Guerra) asegurase en su día (29/11/98) en el muy católico ABC que había 164 bandas de estas. En ese caso, lejos de duplicarse, su número se ha reducido a 61 (un 70% más o menos) en la última década. Da igual, los datos los sacan con los dados; lo único que quieren es asustar a las abuelas. Según Vicente Jara, autor del estudio, la explicación es que 164 era el número de sectas a nivel mundial y ABC se equivocó. Claaaaro.

De Pilar Salarrullana sólo puedo hablar con respeto. Ahora quizás pocos recuerden lo que debió ser para ella promover la primera (¿la única?) comisión parlamentaria para el estudio de las sectas en España. Se jugó el pellejo, tuvo juicios para aburrir y, por miedo, muchos de sus compañeros le dieron la espalda. Fue una valiente rodeada de cobardes que con su ejemplo dignificó el hecho de ser político. Años más tarde escribió su famoso libro Las sectas satánicas. Lo siento.

Siendo justos hay que reconocer que Las sectas satánicas es una auténtica [basura], que poco aporta, si es que aporta algo. La investigación no vale para nada. Es el festival del refrito de artículos de prensa que parecían escritos por becarios y en los que una simple pintada en un cementerio justificaba un titular a cinco columnas. Tengo varios libros sobre el tema, de esos de librería de lance, y a cuál más cutre. Con toda mi admiración hacia Salarrullana, el suyo es tan malo que ni siquiera es el peor.

Pero no le echemos la culpa a quien no se puede defender sino a los vivos de RIES. Primero, invito a echar un vistazo al listado que han presentado. Incluyen al Grupo Satánico de Colmenar Viejo (sin comentarios), al Movimiento Radical del País de las Hadas (esto lo han sacado de una pintada punki, me apuesto lo que sea), al Tercer Ojo (no quiero imaginarme cuál) y a otras tantas igual de terroríficas.

Tìpico ejemplo de 'arte' satánico, cuyo único objetivo es ofender a los cristianos.
También están Barón Rojo y Ángeles del Infierno. ¿Y qué hacen en el listado? Simplemente, al copiar han copiado mal. Salarrullana los incluía dentro de la lista de grupos rockeros satánicos patrios (una lista tan rigurosa que incluía a Los Inhumanos, lo juro). Vicente Jara dice que no, que son sectas que se llaman como los grupos. Si él lo dice...

Pero más allá de la anécdota, en la delirante nota de prensa de RIES está lo peligroso de su actitud. En 1992, el FBI tuvo que realizar un mítico informe sobre el llamado Síndrome del Ritual Satánico. En los 80 se pusieron de moda en EEUU las denuncias sobre agresiones sexuales a menores dentro del contexto de ritos satánicos. Hubo vidas arruinadas, inocentes en las cárceles,… y muchos titulares gloriosos. Finalmente, un análisis riguroso demostró que dichos abusos no existían, y que la mayoría de mitos que rodeaban al satanismo (sobre todo los sacrificios humanos y la utilización de menores en sus ritos) eran falsos.

Según el informe, entre las cincos causas que explicaban que las ‘víctimas’ acabaran confesando hechos que nunca ocurrieron estaba el exceso de celo de los intermediarios que acababan distorsionando el relato de los hechos (a veces sin proponérselo). Esta explicación, advertía, era la menos popular de todas ya que implicaba reconocer graves errores cometidos, muchas veces, con la mejor de las intenciones por gente que quería ayudar.

Barón Rojo: Por lo menos Carlos de Castro (2º, derecha) no tenía un pelo de satanico.
No dudo que, con su informe, los miembros de RIES quieran ayudar, pero si tanto saben del demonio sabrán que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Cuando alguien muere en un exorcismo no es por culpa de los satanistas sino de la gente que cree en el demonio, cuya absurda creencia se reafirma gracias a informes como éste. Cuando alguien es estafado por un personaje que dice ser Satán, cree en su existencia y la actitud de RIES no hace más que reforzarle. No creo que haga falta insistir.

Una cosa es respetar las creencias de cada uno, pero me niego a renunciar a mi derecho a troncharme de risa a costa de unos tipos que, en pleno siglo XXI, siguen creyendo en Satanás y en la brujería, que no es más que hacer el [tonto] rodeado de velas. Dicen que no acusan a las organizaciones de su listado de cometer crímenes. Entonces, ¿Qué les molesta? ¿Que rindan culto a un ser supremo tan inexistente como el suyo? Lo siento por ellos pero la Constitución defiende el derecho a la libertad de creencias, lo que incluye rendir culto a Satanás (y a Barón Rojo).
Las sectas satánicas no existen. Son un mito. Puede que haya algunos chalados que digan que adoran al maligno, pero está por ver que sean más que cuatro ilusos o que representen un peligro para otros que no sean ellos. En cambio, si estas inexistentes organizaciones tuvieran miembros que se dedicaran a abusar de menores como posesos, y sus superiores fueran gente con mucho poder y contribuyeran a ocultarlo, entendería su preocupación. Pero esas cosas no pasan.
73 » Comentarios
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1. #72
Anónimo 25.May.2010 | 09:34
La fe no da respuestas. La fe es el placer amodorrado de la morfina, la manta calentita, la lámpara encendida para que no salga del armario el monstruo, que es la muerte. Es el atajo primitivo para enfrentarmiedo al absurdo de nuestra condición.
2. #73
Anónimo 25.May.2010 | 12:03
¿Alguien duda de que en el siglo V ac Zeus, Athenea, Ares o Hefesto tenían una existencia cierta y terriblemente constatable? Existieron, por supuesto que sí, pero dejaron de ser útiles.
¿Alguien duda de que en mucho lugares Dios está presente cada minuto de cada día, imponiendo sus leyes, premiando, castigando, perdonando? Pero en otros, como el nuestro, ya no. No lo necesitamos y lo matamos
3. #74
Anónimo 25.May.2010 | 12:20
#69 Pero no hablamos de lo que sea conveniente o no. Es muy posible que, debido a la evolución de nuestra psique, el tener fe en ideas poderosas sea una necesidad social e individual, para mantener nuestra cordura. Fe que no necesariamente sea en una religión o un dios, o varios, puede ser en ideas como el liberalismo o el comunismo.
Tampoco hablamos de que los valores de una determinada fe sean positivos o no. Ni siquiera hablamos de que se puedan usar para oprimir a la gente.
Hablamos de que sea verdad o no. De que se corresponda con la realidad o no.
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Javier Cavanilles
Un divertido repaso al universo de los fenómenos paranormales, la mala ciencia, las conspiranoias, la ciencia fricción y demás creencias absurdas


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jueves, 20 de mayo de 2010

Doce preguntas (con respuesta) sobre las independencias hispanoamericanas

ABC

Doce preguntas (con respuesta) sobre las independencias hispanoamericanas


MANUEL LUCENA GIRALDO, Historiador e investigador científico del CSIC

Miércoles , 19-05-10


Hace dos siglos, en la primavera de 1810, se establecieron en la América española las juntas autonomistas que pusieron en marcha el proceso emancipador hispanoamericano. En Caracas, el 19 de abril, poderosos hacendados y comerciantes depusieron al guipuzcoano Vicente de Emparan, capitán general de Venezuela: fue un modélico golpe de Estado de los privilegiados criollos americanos. Las repercusiones de aquella sustitución de la legítima autoridad superaron todas las expectativas de sus protagonistas, que en algunos casos no vivieron lo suficiente para contemplarlas. Así, el procedimiento fue emulado durante los meses siguientes en Buenos Aires (22 de mayo), Bogotá (20 de julio), Santiago de Chile (18 de septiembre) y Quito (25 de septiembre), y extendió hacia todas las regiones del imperio español los efectos de la crisis comenzada dos años antes en la metrópoli peninsular. Casi quince años después, el 9 de diciembre de 1824, se enfrentó en Ayacucho, en el actual Perú, un ejército leal a la Monarquía española formado por más de nueve mil soldados (de ellos sólo 500 peninsulares) contra otro patriota de partidarios de la emancipación de casi seis mil, que resultó ganador de la cruenta batalla. Los realistas tuvieron 1.600 muertos; los patriotas, solamente 300. Fue el final de las guerras de independencia en la América continental. Ambas fechas, 1810 y 1824, marcan el principio y el final del Bicentenario que en muchos países americanos, también en España, debe promover análisis históricos serios, superar mentiras interesadas y ponderar de manera inteligente (con visión de futuro) una convivencia de tres siglos, entre cuyos frutos deslumbrantes destaca la comunidad de hablantes de nuestro idioma español, la segunda lengua global. Los aportes de las últimas dos décadas a cargo de historiadores de ambas orillas del Atlántico han mostrado un panorama cuya complejidad era desconocida. Contamos con una historia renovada. Entre las cuestiones sometidas a revisión, destacan las siguientes:
1-Los españoles, malos y avariciosos, tenían oprimidos a los americanos y por eso se produjo la independencia. Esta es la expresión formularia del mito decimonónico republicano, y no se corresponde con ninguna realidad histórica. El imperio español tuvo un fuerte componente negociador y de consenso; por eso duró tres siglos. Las deudas históricas no existen. La historia no se cambia con leyes. Lo que procede es estudiarla para entender su complejidad e iluminar las opciones de libertad.
2 - A los americanos no les permitieron ejercer cargos públicos en el imperio español. Es falso que no sirvieran oficios de relevancia. El más importante virrey de México en el siglo XVIII, conde de Revillagigedo, era cubano, y el neogranadino nacido en Medellín Francisco Antonio Zea dirigió el Real Jardín Botánico madrileño desde 1805. Burocracia, ejército y Real Armada contaban con naturales del Nuevo Mundo en posiciones y jerarquías diversas, en igualdad con los peninsulares, entre los cuales vascos y catalanes también eran muy abundantes.
3 - Existían grandes ejércitos que tuvieron oprimidos a los americanos hasta 1810, cuando al fin se pudieron liberar. No es cierto. El imperio español fue un imperio de ciudades, muy burocrático y con un fuerte sentido de la justicia y la ley. Hasta 1763 sólo en áreas de ataques piráticos o estratégicas (Cartagena, Chile, Veracruz, La Habana) había militares profesionales, artilleros e ingenieros. Después de la grave derrota ante los británicos en la Guerra de los Siete Años se produjo un incremento de la planta militar, que no sobrepasó nunca unos veinte mil hombres, complementados por milicianos americanos, entre los que destacaron por su lealtad y capacidad mulatos y negros libres (no esclavos).
4- En la América española mandaba la Inquisición y no había educación, ilustración e imprentas. El mito del oscurantismo colonial es otra falsedad. El Santo Oficio, que no tuvo jurisdicción sobre indígenas, era residual en 1800 y las ciudades se habían llenado de bibliotecas públicas, teatros, alamedas y jardines. México era la ciudad más rica del hemisferio occidental y una de las grandes urbes del mundo. Existía censura, pero el empeño por leer y escribir apenas se veía afectado. Entonces, como ahora, prohibir un libro era la manera de consagrarlo.
5 - La invasión francesa no afectó a los americanos, sólo a España. En absoluto, pues allí se consideraba a Napoleón un dictador ateo y un aventurero peligroso. Existía una nación española «de ambos hemisferios», como proclamó en 1812 la Constitución de Cádiz. Tras el 2 de mayo madrileño llegaron desde América grandes cantidades de dinero en metálico y donativos que sirvieron para resistir al invasor. En el ejército español sirvieron oficiales y soldados americanos tan importantes como el argentino San Martín, que tuvo una importante actuación en Bailén, o los chilenos hermanos Carreras.
6 - ¿Por qué se establecieron juntas autonomistas en 1810? En abril de aquel año terrible se esperaba como irremediable la caída de Cádiz en manos de Napoleón, que al cabo nunca se produjo. Para protegerse de esa eventualidad los españoles americanos establecieron sus propias juntas de gobierno. No estaban dispuestos a ser parte de Francia y que los subyugara Napoleón, ni a que hubiera una revolución de negros y mulatos como la de Haití. Por eso organizaron juntas «en nombre de los derechos de Fernando VII, cautivo en Bayona».
7- La Constitución de Cádiz representó una oportunidad perdida. De manera muy relativa. La elección de diputados americanos puso en marcha grandes procesos electorales y democráticos, en los que participaron por primera vez en la historia del mundo todos los grupos sociales y étnicos, de derecho y de hecho. En su estela el imperio español se transformó en naciones de ciudadanos.
8 - ¿Fueron los indígenas partidarios de la emancipación? No. Se mantuvieron casi en su totalidad fieles a la Corona española, que protegía por las Leyes de Indias sus tierras comunales. Los araucanos de Chile habían llegado a proponer en 1813 «formar para la defensa del Rey una muralla de guerreros en cuyos fuertes pechos se embotarían las armas de los revolucionarios». A partir de 1820, las tropas de Bolívar encontraron la mayor resistencia entre los nativos del sur de Colombia y Ecuador.
9 - ¿Fueron negros, pardos y esclavos partidarios de la independencia? Excelentes oficiales y soldados, fue la oferta de libertad a los esclavos y el reconocimiento de méritos y pensiones lo que motivó que estuvieran del lado de la Corona española o de los patriotas americanos, según los casos.
10 - ¿Participaron en las guerras de emancipación las mujeres? Por supuesto. Coronelas patriotas como la boliviana Juana Azurduy, la prócer colombiana Policarpa Salavarrieta o la hermana mayor de Bolívar y partidaria del Rey de España hasta el final de sus días María Antonia estuvieron presentes en sitios, guerrillas y combates políticos.
11- ¿Fueron los próceres inventores del nefasto caudillismo? Algunos, en efecto, sucumbieron a las tentaciones del poder personal (Bolívar fue acusado de ello al final de su vida); otros, como San Martín, se exiliaron para que no se ejerciera violencia alguna en su nombre. Pero el caudillismo no es un mal hispánico: la historia europea está llena de dictadores.
12 - ¿Qué perdura de aquellos tres siglos de vida común? De los imperios quedan idioma, religión, gastronomía y ciertos estilos de vida en común. Lo que permanece es una nación cultural española y americana, de cuya transformación en sociedades de conocimiento, más democráticas y justas, depende nuestro futuro. Este comienza, a no dudarlo, por una nueva Historia de América y de España.

martes, 18 de mayo de 2010

Lições espanholas

Lições espanholas

Péricles Capanema

Espanha e Polônia, para fúria de incontáveis sociodemolidores e alegria da gente direita, compartilham várias características, que são sintomas reveladores de sanidade social. Em importantes aspectos são as nações mais parecidas da Europa. O mais notável traço comum, de enorme significado histórico, é seu Catolicismo ardente, que hoje infelizmente esfria. E o Catolicismo frio vai enregelar o sangue das duas. Com o tempo, matará a religiosidade e a cultura. Como evitar que se chegue até lá? Na prática, é difícil parar e reverter o processo. Na teoria, contudo, por ser óbvio, é fácil enunciar o caminho em rapidíssimas palavras: pela oração e luta, com muita energia e grande discernimento.

Uma é a nação mais católica da Europa Oriental (ou Central, se preferirem). Outra, a nação mais católica da Europa Ocidental. De outro jeito, a Polônia é a Espanha da Europa do Leste, a Espanha é a Polônia da Europa do Oeste. Nem vale a pena se estender aqui sobre alguns outros pontos de comum, como temperamento, sociedades em rápida mutação, nível econômico parecido, educação popular em patamares próximos. O mais importante já está realçado, a Fé ardente de ambas.

No século 20, o comunismo, como chacal esfomeado, saltou sobre ambas. Dilacerou-as, mas não conseguiu matá-las espiritualmente. Depois de uma pavorosa guerra intestina, que em muitos de seus aspectos teve traços de cruzada, a Espanha livrou-se de suas garras. A Polônia, jogada dentro da jaula comunista com a divisão das áreas de influência, combinada em Yalta pelas potências vencedoras da 2ª Guerra Mundial, só escapou das mandíbulas da fera décadas depois, com o desmoronamento dos regimes de obediência moscovita na Europa Oriental. As duas nações ficaram com seqüelas doloridas e carregam cicatrizes honrosas da investida comunista. E ainda lições de políticas suicidas para evitar a todo custo.

Há outras semelhanças de grande significado. Sobre estas, uma palavra. A Espanha teve um inimigo potentíssimo, só expulso após oito séculos de lutas: o árabe muçulmano. A Polônia tem ainda diante de si, vivo, ativo e também gigantesco, um inimigo histórico de sua independência, religião e cultura: a Rússia, antes dos czares, depois dos bolchevistas, agora presa de misteriosas e ainda indefinidas forças que ora parecem grã-russas, ora nacionalistas, ora coletivistas, ora libertárias; em geral, uma mistura confusa e indecifrável de todas elas. Perto da fronteira oriental da Polônia, hostil, move-se nas sombras o urso agressor. Esgueira-se como uma assombração soturna, mas claramente poderosa e com delírios expansionistas.

No passado, a Polônia algumas vezes buscou proteção contra seu inimigo histórico na aliança com a França. Hoje busca proteção contra a nova autocracia moscovita em especial na amizade com os Estados Unidos e na inserção na Europa comunitária. Com isso, ela pôs uma focinheira nas ambições russas e pode viver com relativa segurança e tranqüilidade. Abriu para si possibilidades de progresso, de outra forma inexistentes.

Tais proteções supõem contrapartidas. Os Estados Unidos têm suas condições. Sobre elas, não vou me estender aqui. O preço exigido pela Europa de Bruxelas está sendo desvelado gradualmente. É bem maior, vai mais fundo, até as raízes. A Polônia tem de acertar o passo com um programa utópico e destrutivo, estar em sintonia com uma ainda bastante misteriosa Europa do futuro, moldada pelas correntes revolucionárias mais virulentas. O que já está claro nesta Europa imaginada, alarma. A parte oculta, mas com doutrina inspiradora e propagandistas bem conhecidos, aterroriza.

Se a Polônia não ceder ─ abandonando princípios e costumes tradicionais emanados de seu passado cristão, é o enunciado da ameaça velada ─, não mais poderá pertencer à Comunidade Européia, que cada vez mais se afirma como um organismo político supranacional, fortemente intervencionista, cujo objetivo é dirigir a vida interna de seus membros.

De outro jeito, para não ser expulsa da Europa comunitária, a Polônia tem de por em prática, ainda que gradualmente, um programa libertário e coletivista. Na execução deste programa, por enquanto enquadrado numa moldura de democracia liberal, cada vez menos neutra e crescentemente intolerante, o laicismo agressivo, o aborto amplo e direitos homossexuais irrestritos, entre outros, são apresentados como irrenunciáveis conquistas da modernidade. A Polônia vai sendo arrastada no rumo de um horizonte liberticida e anarquista.

* * *

Na Espanha não é diferente. É o mesmo programa para ser executado. E lá, do mesmo modo, promovido pelas correntes que tentam impô-lo à Polônia. Aliás, o programa é de alcance mundial, com objetivos idênticos na Polônia, Espanha, Itália, Irlanda, Estados Unidos. Os católicos e as correntes com noção nítida do potencial demolidor de tais objetivos, com mais facilidade unirão seus esforços em frente comum se tiverem claro que a investida é inclemente e global. A única barreira efetiva a sua aplicação será a energia das reações. Com reação vigorosa, ninguém estará obrigado a pagar a extorsão, resumida na fórmula: ou paga ou é expulso e vai para o castigo, fica isolado. Com reação mole, todos terão de acertar o passo. É questão de tempo.

Aqui entra em especial a Espanha. Por vários meses, em 2009, a Espanha ocupou as manchetes por causa do projeto de lei de ampliação do aborto. O governo socialista trabalhou afincadamente para sua aprovação. Conseguiu que a Câmara Baixa o aprovasse em dezembro de 2009 e que o Senado votasse a seu favor em fevereiro de 2010. A Espanha autêntica, ligada a seu passado cristão, reagiu corajosa e encolerizada. Entre as contínuas e repetidas manifestações de repúdio houve várias passeatas gigantescas e o Episcopado tomou posições enérgicas, inclusive declarando que o deputado católico que votasse a favor da lei estava fora da Igreja e não poderia comungar. O governo não cedeu, avançou e venceu a batalha parlamentar. Após a assinatura do Rei em 3 de março último, que mais uma vez decepcionou seus aliados naturais e agradou a seus inimigos, a prática assassina prevista nos textos legais virou lei.

A justificativa da lei revelava muito. A Espanha sentia-se obrigada a acertar o passo com o que seria a modernidade: “La presente ley pretende adecuar nuestro marco normativo al consenso de la comunidad internacional en esta matéria. [...] establece, asimismo, uma nueva regulación de la interrupción voluntaria del embarazo fuera del Código Penal que, siguiendo la pauta más extendida en los países de nuestro entorno político y cultural”. E segue por aí. Os legisladores temiam o anacronismo e a rejeição. Em muitos sentidos, foi uma derrota amarga para a Espanha tradicional.

Vamos nos fixar na situação presente. A Espanha saiu das manchetes, é o que parece e é o que aparece. Em termos. Ela continua nos radares de quem influi e decide. De fato, a Espanha nunca sai da atenção de ninguém que “pensa Europa”. Desde Napoleão, pelo menos. O Corso tinha seus exércitos opressores, bafejados pela legenda do general invencível. A Espanha não deu bola nem para os exércitos nem para a legenda. Enfrentou-os. O imperador dos franceses foi espancado pela reação espanhola, que teve ainda o auxílio poderoso do general Inverno nas estepes geladas da Rússia. Napoleão caiu e a história da Europa tomou rumo diferente, de maior consonância com seu passado cristão.

Agora, como antes, a configuração futura da Europa depende, em boa parte, da força de impacto do inconformismo espanhol. Se, diante das imposições de acertar o passo com o programa libertário em curso, a Espanha reagir em sintonia com sua história de heroísmo, na afirmação destemida de sua inconformidade, seu bom exemplo despertará ódios furibundos, saraivadas de críticas ácidas, mas também revigorará milhões de corações e repercutirá de forma positiva na Europa inteira. E a Europa de Bruxelas não terá condições de cobrar sua fatura de legislação demolidora. Vai ter de por a viola no saco. Mas caso se deixe arrastar com indolência para a derrota, o Velho Continente estará muito mais próximo do momento em que nele se apagarão os últimos raios do sol que um dia foi chamado de civilização ocidental e cristã.

E como reagirá a Espanha? Qual será a temperatura de seu ânimo? Aqui está a grande questão, talvez a grande questão da política européia nos próximos anos, mesmo que sobre ela não saia uma linha na imprensa. Na década de 30, seu ânimo foi imbatível. Não temeu a pressão internacional, a zombaria e perseguições internas das correntes revolucionárias e o país esteve disposto a ir até as últimas conseqüências lógicas de suas posições.

Estamos em 2010. Neste último período, aproximadamente 80 anos, a Espanha sofreu uma operação psicológica e moral de resultados trágicos. Uma era a Espanha antes de 1936 (hoje, pouco resta vivo e atuante do que apresentava de mais precioso na alma). Nela havia uma corrente profundamente enraizada no seu passado cristão. Era o que tinha de melhor. Dentro dela crescia e se afirmava também outra Espanha. Nesta outra Espanha, revolucionária, que recusava a herança dos ancestrais, os traços mais chocantes eram o ateísmo e a anarquia.

Entre 1936 e 1939, as “duas Espanhas”, que já se haviam chocado com força nas décadas anteriores, enfrentaram-se, armas na mão. Combate de morte, sem quartel. Quando os canhões se calaram, o país parecia arruinado. Cerca de um milhão de mortos, sofrimentos indizíveis, desgraças pavorosas e destruição sem número. Fome. A Espanha tradicional, exausta, moída, coberta de feridas e exangue, venceu. E logo depois, a nação foi jogada no ostracismo. Ficou como uma pesteada, cercada por um “cordão sanitário”. Tornou-se uma espécie de pária. Padeceu por muito tempo o horror da sensação de que era a rejeitada das nações e incompreendida até por seus amigos próximos. A provação enfiou as garras na carne da nação.

Surgiu, então, incontido do fundo da alma de milhões de espanhóis um brado: Nunca mais. Passamos por essa, está bem, mas o calvário padecido já está no passado. De novo, não. É tormento demais. Vamos trabalhar juntos para que não se repitam as condições que geraram tal desgraça. Convém notar que a convicção da premência de encontrar um rumo novo influiu mais no lado que venceu a contenda de 1936. Sem fundamento, sentiam-se eles particularmente culpados pela situação anômala por que passava a nação.

E o que aparecia mais importante? Mudar a mentalidade. Acabar com a mentalidade antiga, vista como rija e inflexível, pautada pelo idealismo e heróica, supostamente responsável pelo sofrimento, atraso e isolamento da Espanha. Em outras palavras, derrubar don Quijote do cavalo e entregar as rédeas do país a Sancho Pança. Tomo aqui don Quijote, é claro, como exemplo de um tipo de espanhol, e não como o Cavaleiro da Triste Figura foi descrito por Cervantes, caricatura grotesca do idealismo espanhol. E Sancho Pança aqui representa o homem pragmático, sem ideais, egoísta, e não quem poderia representar o bom senso camponês.

Enfim, era preciso acertar o passo com a mentalidade tida como dominante na Europa progressista e nos Estados Unidos que estadeavam riqueza e felicidade. O progresso seduzia. Era contínuo e vinha cheio de esperanças. Os Estados Unidos atravessavam os golden years e a França as trente glorieuses. Na atmosfera religiosa começavam a soprar os ares do Concílio Vaticano II, de abertura, diálogo e ecumenismo. Numerosos setores da Espanha queriam participar da festa. E logo. Mas para isto precisavam enterrar don Quijote. Foi o que fizeram.

E, metaforicamente, a Espanha se distendeu e começou a sorrir. O mundo ao redor, em resposta, começou a sorrir para a Espanha. Este fenômeno que já era forte no começo dos anos 50, agigantou-se e ainda continua influindo. Nos anos finais do franquismo, o clima estava já estava bem distendido. Antes gelado, com cortantes borrascas de neve, apresentava-se então morno, quentinho, gostoso. O turismo explodia. As “duas Espanhas” pareciam derreter. A sensação era de que se caminhava para o encontro da fórmula salvadora.

As “duas Espanhas” desapareceram como grande realidade do panorama público do país. O espanhol afirmativo, destemido e idealista ficou na defensiva. O novo espanhol, ecumênico, relativista e hedonista tomou a dianteira. Moldou a Espanha dos últimos anos. Vive em atmosfera de triunfo.

Até quando? Em resumo, a Espanha de Sancho Pança, como uma sucuri, está envolvendo, sufocando, triturando e devorando a Espanha de don Quijote. Se Sancho Pança vencer, a Europa de Bruxelas vence. Se don Quijote vencer, a Europa de raízes cristãs poderá ser salva.

Um aspecto da pietas austriaca pouco considerado

Felipe II Habsburgo. Modelo de Rey Católico español

Um aspecto da pietas austriaca pouco considerado

Péricles Capanema

Por que, quando se fala em um tipo de piedade especial praticado na Áustria, não se emprega a expressão normal österreichische Frömmigkeit? Fala-se em pietas austriaca. É simples. Ela se distingue da piedade comum. Tem características que se expressam melhor às pessoas com senso histórico por meio do bronze do latim. No caso, o latim evoca com mais energia uma realidade que outrora teve vida e foi influente. De fato, é um tempo antigo, as características são antigas e quase não existem mais. Mas são atuais. Em especial pela consolidação da União Européia. Vamos ver.

Europeus de todas as épocas sempre perceberam a necessidade de alguma forma de unidade de seu continente. Nem só europeus percebem isso. E, como disse, não é fenômeno recente. Vem desde a Antiguidade pagã. O grande problema tem sido o como fazer.

Os romanos da Antiguidade, primeiro na República e depois no Império, viam a necessidade de congregar os europeus (mais ainda, os povos em torno de Roma) num grande espaço de convivência, sob a égide do Direito. A ameaça da avalanche bárbara era muito grande. Não foi só fogo de conquista e ambição de poder o que moveu os romanos. Havia um programa subjacente, com traços muito positivos. Roma congregou, civilizou, procurou a unidade, deu aos povos o Direito, suas instituições políticas, assim como sua cultura e seus hábitos de governo. Foram grandes instrumentos de convivência. No meio da desorientação do mundo bárbaro, o Império aparecia como barca de salvação. Tudo isso lhe deu um prestígio imenso.

A destruição do Império Romano significava a ruína e o caos para os povos que Roma mantinha em sua área de poder. Eles, mesmo sofrendo, tantas vezes injustamente, a garra da águia romana, sentiam bem o que lhes era proporcionado por aquela grande união política. Em certo sentido, seus piores temores se realizaram quando o Império Romano ruiu em fins do século V.

Nunca mais a Europa esqueceu essa primeira grande tentativa. Ela viveu no imaginário dos povos saudosos e era até idealizada por eles. E, por isso, ansiavam por sua volta. No ano 800, o Papa Leão III tentou, ao coroar Carlos Magno imperador do Ocidente, instaurar (de certa forma, restaurar), em condições novas, um ordem política que promovesse a convivência profícua de todos os povos europeus. Mais uma vez, em boa parte o ideal foi destruído pela incompreensão e maldade dos homens. O império carolíngio se desfez e a Europa sofreu a anarquia como flagelo social. Este ideal, porém, continuou a pulsar no coração de incontáveis europeus. Deu vida à marcha atribulada do Sacro Império Romano Alemão. Persistiu nas instituições até 1806, quando Napoleão o extinguiu oficialmente.

Em todos estes séculos, uma dinastia, entre todas, se destacou como herdeira do ideal romano, continuado e aperfeiçoado nas aspirações carolíngias. Nem precisaria nomeá-la. A política dos Habsburgos, por séculos, foi a procura de alguma forma de unidade européia. Os Habsburgos, de fato, patrocinaram uma política mais que milenar, a busca de um grande espaço de convivência, onde os povos europeus pudessem desabrochar com segurança. A própria noção de Cristandade se insere aqui, é a convivência dos povos cristãos sob o bafejo dos Soberanos Pontífices.

Convém agora lembrar uma realidade diferente. Outras dinastias e outros grandes políticos se afastaram dessa rota, diríamos, romana, e procuraram com pertinácia o fortalecimento dos respectivos Estados nacionais, o que provocou, necessariamente, choques sem solução. Lembro apenas, para não me alongar, Richelieu, Bismarck, Cavour. Surgiu, então, como solução precária e instável a política do equilíbrio europeu. Era a política “sensata”, um jeito de impedir o desastre contínuo, dos que se reconhecem adversários inevitáveis. Séculos de nacionalismos bestas trouxeram guerras, destruições pavorosas de vidas, de riquezas, de bens da cultura. Gerações e gerações de revanchards remoeram ressentimentos e ódios desnecessários. Que depois desaguavam na sangueira. Era uma situação anômala que urrava por seu fim.

Essa necessidade de pôr fim a uma situação destrutiva esteve no nascedouro da União Européia. Contudo, a nova iniciativa não mais foi bafejada pelo Direito Romano. Nem pelos princípios que manaram do Gólgota. Veio enfunada por um espírito igualitário, coletivista e libertário. Ateu. É um espírito de maldição. Traz no bojo tragédias mais devastadoras que as que vieram com o fim do Império Romano, do Império de Carlos Magno e depois da política multissecular dos Habsburgos (aqui, bastaria observar o que penaram os povos da antiga Iugoslávia; e ainda penam).

Todas essas iniciativas vitoriosas viveram de um espírito, uma espécie de mística as animava. Refletiam-se nos fulgores da águia romana, no som evocativo da Chanson de Roland, na presença imperial e acolhedora de Maria Teresa. E em infinitas coisas mais. Por isso marcaram tanto a História. Quando sucumbiram, foi, sobretudo, porque já brilhavam pouco aos olhos dos seus participantes as luzes que as animavam.

Volto à pietas austriaca. Quem participava autenticamente do ambiente impregnado da pietas austriaca, no que ela tinha de mais sadio (não vou falar de contrafações, nem de deformações; esta parte, deixo de bom grado aos apressados detratores) também esteve embebido de um espírito. Era um espírito de harmonia. Mesmo que iniciante, bruxuleante. A pietas austriaca destacou-se, sob aspecto fundamental, por sentir com nitidez muito própria as incontáveis inter-relações da ordem espiritual e da ordem temporal. Tinha em si potencial para uma grande visão que tendia a abarcar, num lance só, as duas ordens em que concomitantemente se movem os homens. Nesse sentido, não se limitava aos essenciais e prioritários problemas da vida espiritual pessoal. Quem respirava seus ares, preocupava-se mais facilmente com as realidades da ordem temporal, na sociedade e no Estado. Com isso, analisava com mais naturalidade “sub species aeternitatis” aspectos relevantes da ordem temporal. Este olhar interessado (sob outro prisma, distante) estimulava a temperança e isenção na consideração, e até na defesa, dos interesses, fossem eles pessoais, familiares, regionais ou nacionais. Era uma visão que fazia mais fácil a aceitação nos fatos de um princípio essencial à ordem temporal cristã, o de subsidiariedade.

Em resumo, insinuei acima, existe uma solução para quem anseia ver os povos europeus trabalhando em uníssono. Distantes da brigaria insensata de séculos passados. Esta saída não lesa direitos, reconhece diferenças, trará proveito a todos. Mas é inesperada e, além disso, agora inaplicável nas instituições. Mas pode bem fazer seu caminho no interior das almas. É, no longo prazo, o mais importante.

Qual é? Está na Igreja Católica. Afunda suas raízes no mesmo solo em que medrou a pietas austriaca. Trará a difusão muito ampla de um espírito de harmonia. Preserva, une, melhora. Tem mais, representa continuidade: continua a política romana, continua a política carolíngia, continua a política habsburguiana. Todavia, acrescenta, traz atualizações e aperfeiçoamentos. Pela natureza do espírito que estimula, contém antídotos eficazes contra nacionalismos perigosos, coletivismos tirânicos e anarquismos desagregadores. A pietas austriaca abre uma porta extraordinária. Vamos entrar por ela.

A intolerância laicista virou moda

A intolerância laicista virou moda

Péricles Capanema

Acho contraditório, para ficar por aí, o lema de Jacques Maritain, “sociedade laica, vitalmente cristã”. Em certo sentido, resumiu sua proposta de ação. A sociedade estava e continuaria laica. Em outras palavras, os católicos abandonariam o ideal da restauração e aceitariam (pelo menos para efeitos práticos) o triunfo do racionalismo. E assim as instituições teriam como base perene os princípios vitoriosos na Revolução Francesa. Mas, por causa da ação dos católicos, a sociedade poderia ainda ter uma alma cristã. Seria animada pelo fermento evangélico. Muita gente em numerosos movimentos católicos acreditou nesse lema, nessa espécie de armistício entre a Igreja e a Revolução (no caso, em especial, a Revolução Francesa). Fizeram dele seu norte. Os que estavam de boa fé ou eram ingênuos quebraram a cara. Os outros sabiam o que vinha pela frente. É só olhar a situação da sociedade em nossos dias para ver o que já aconteceu e ainda está acontecendo. Sobretudo, basta observar seu rumo geral.

Não acho que uma sociedade laica possa ser vitalmente cristã. O laicismo trabalhará sempre para matar sua vitalidade cristã, se for autêntica. Foi assim, historicamente. Está sendo cada vez mais assim.

O laicismo, no nascimento, foi hipócrita. Gostava de alardear isenção e de ser garantia idônea de liberdade. Diziam seus propagandistas, depois das épocas obscurantistas do fanatismo e da superstição, a aplicação de suas doutrinas esclarecidas (iluministas) traria a liberdade. Liberdade de pensamento, liberdade de consciência, liberdade de expressão. É um lero-lero, hoje já bastante empoeirado, mas muita gente acreditava nisso, babava de admiração tola. Não deu outra. Logo que os políticos laicistas tomaram o poder na França, em 1792, iniciaram perseguição contra a Religião. O esperado reino da liberdade foi inaugurado com uma ditadura terrorista e sanguinária, história que se repetiu muitas vezes.

Apesar da folha corrida nada recomendável, o laicismo continuou a se proclamar garantia da liberdade. Poderia ter como lema a frase altissonante atribuída a Voltaire: “Não concordo com uma só palavra do que dizes, mas defenderei até a morte o teu direito de dizê-la”. Voltaire nunca disse isso. Mas é mentira conveniente à propaganda laicista. Por isso tem vida longa. Nem Voltaire nunca praticou o que a frase prega. Era odiento e vingativo. Mas gostava de fingir que agia assim. De fato, agiu segundo o que tantas vezes escreveu em suas cartas: “Esmagai o infame”. O infame, segundo ele, era o fanatismo e a superstição, epítetos que os deístas (na moda, naquela época) gostavam de aplicar a católicos que levam a religião a sério. Voltaire é ótimo exemplo dos primeiros tempos do laicismo.

O laicismo nasceu hipócrita, repito. Está ficando cínico. Esta é sua grande evolução: da hipocrisia ao cinismo. Disfarça cada vez menos. Estadeia de forma aberta e crescente que deseja um mundo inteiramente moldado por suas concepções, sem marcas de religião. Mas não abandonou a hipocrisia. É difícil acabar com costumes muitos enraizados.

Exemplos recentes pipocam. Já não se está tolerando no Ocidente simples manifestações de fé cristã, como, por exemplo, crucifixos em salas de aula ou tribunais. Bento XVI, em discurso para o 56º Congresso de Juristas Católicos condenou o laicismo atual que exclui “os símbolos religiosos de lugares públicos como escritórios, escolas tribunais, hospitais, prisões.” E na ocasião lembrou que a Igreja “tem o direito de se pronunciar sobre os problemas morais que preocupam os seres humanos”. O laicismo agora quer fechar a boca da Igreja. Encantoá-la. O católico poderá ter, no máximo, convicções internas que se manifestarão (cerceadas) no interior dos templos ou dos lares. Mas nada da vida do Estado, das empresas ou das escolas poderia expressar idéias cristãs.

O que o laicismo nega às religiões, quer para si. Pode dirigir consciências, espraiar-se pelos lares, entrar nas escolas e tribunais, moldar o Estado. Apresenta-se como doutrina totalizadora, isto é, que abarca cada aspecto da vida. Todos os ambientes públicos precisam ter impecável figurino laicista. Não se contenta em modelar apenas as almas dos seus adeptos. Quer modelar as instituições, a cultura, o Estado. Estamos caminhando para ter não um Estado neutro (era o que dizia a propaganda mentirosa), mas um Estado laicista, moldado de alto a baixo pelas suas concepções do laicismo, inquisitorial contra todas as manifestações que ofendam a seus princípios.

Teríamos de suportar o laicismo com seus preconceitos, parcialismos, credulidades e dogmas. Vou lembrar dois pontos. As reclamações contra o emprego de dinheiro público para financiar obras católicas são sem-número. Alguém já viu reclamações contra emprego de dinheiro público para financiar atos, manifestações ou propaganda de cultos primitivos? Algumas vezes é feitiçaria mesmo. Alguém já escutou protestos contra financiamentos públicos de peças de teatro ou de filmes que são propaganda clara da sociedade libertária? É neutralidade? Não é um dogma destruidor a liberdade humana sem os limites impostos pela Lei Natural? Quem defende isso, querendo ou não, prepara um mundo de horror, o anarquismo embebido dos mais perigosos instintos humanos. E a propaganda deste dogma corre solta em peças de televisão, teatro e cinema, financiadas com dinheiro público.

Com o tempo, o Ocidente terá pela frente um novo fundamentalismo. O fundamentalismo laicista.

Requetés, los eternos perdedores

ARCHIVO PABLO LARRAZ Sobre estas líneas, tercio de requetés de Oriamendi en Vizcaya, en marzo de 1937; a la izquierda, Benito Martínez Albero, de Citruénigo (Navarra), el primer requeté que entró en Bilbao


ABC 17/05/10

Requetés, los eternos perdedores

Hoy se presenta «Requetés de las tricheras del olvido», libro que reúne 65 testimonios orales de los últimos supervivientes de los tercios carlistas de la Guerra Civil

PEDRO CORRAL | MADRID


Alzaron las raídas banderas de sus abuelos, cantaron sus viejos himnos y lemas -«Por Dios, la Patria y el Rey»-, bautizaron sus tercios con el nombre de sus antiguas gestas -Lácar, Montejurra-, y perdieron otra vez... A punto de que las puertas de la Historia se cierren definitivamente a sus espaldas, un libro recoge ahora los testimonios orales de los últimos supervivientes de las unidades carlistas en la Guerra Civil: 65 hombres y mujeres casi centenarios que desgranan sus recuerdos para ganar la última batalla contra el silencio y el olvido. «Requetés. De las trincheras al olvido» (La esfera de los libros), cuya edición ha promovido la Fundación Ignacio Larramendi, con prólogo y epílogo de dos grandes hispanistas, Stanley G. Payne y Hugh Thomas, no es un libro con ánimo de reivindicación ideológica, sino humana. Sí que es un alegato contra el intento de eliminar por decreto, de la memoria de todos, las vivencias de una parte de quienes lucharon en las trincheras. Historias de heroísmo y de abnegación, de idealismo y compromiso, como las que se dieron en el bando opuesto. Unas y otras igualmente dignas de ser conocidas y asumidas, precisamente para que no olvidemos.
Pablo Larraz Andía y Víctor Sierra-Sesúmaga, expertos en historia e iconografía del carlismo, han compuesto un retablo humano extraordinario, pleno de matices. Es la guerra española vista a ras de suelo, en las trincheras, en los hospitales, en las cárceles, incluso en los talleres de ropa para los combatientes. Sin pretender la elaboración de un estudio global sobre los requetés en la Guerra Civil -60.000 voluntarios encuadrados en 42 tercios, 6.000 muertos-, han conseguido un mapa completo de las vicisitudes del carlismo durante la contienda. Por las páginas de «Requetés» desfilan voluntarios de la primera hora, supervivientes de tercios prácticamente aniquilados, evadidos de las cárceles republicanas, carlistas que desertaron del Ejército Popular, capellanes, médicos, enfermeras, conductores de ambulancia y «margaritas» del Socorro Blanco.
Sus historias van acompañadas de un magnífico fondo fotográfico que sorprenderá incluso al que cree haberlo visto ya todo sobre imágenes de la Guerra Civil.
Es difícil destacar los más valiosos testimonios entre tantas voces únicas. Si acaso señalar a José Larrea Ortiz, último superviviente de los míticos «Cuarenta de Artajona», los primeros requetés que entraron en San Sebastián, y que recuerda a dos compañeros, los hermanos Iracheta Vital, que cuando silbaban las balas nunca obedecían la orden de cuerpo a tierra... porque eran sordomudos. A José María Costa Velasco, requeté catalán, del Tercio de Montserrat, que escapó a la aniquilación de su unidad en el cerco de Codo, en la batalla de Belchite. A Joaquín Mansoa Andía, de una familia de ocho hermanos, todos requetés voluntarios, dos de ellos fallecidos en combate.
Sánchez Mazas
También a Jesús Lasanta, voluntario con sólo 13 años en el Tercio de Lácar. A Miguel de Legarra, del Tercio de San Miguel, que descubrió en los bosques de Gerona al escritor falangista Sánchez Mazas. A Joaquín Nebreda, superviviente de las matanzas del buque-prisión «Cabo Quilates» de Bilbao. Y a Félix Igoa Garciandía, miembro de la Partida Barandalla, émula de las viejas partidas de la primera carlistada.
Los testimonios de «Requetés» destilan en su mayoría un sentimiento de desengaño por la posterior inquina de Franco contra quienes fueron sus aliados. Lola Baleztena, fundadora de las «margaritas», recuerda en el libro cómo en el desfile de la victoria en Madrid se prohibió a los requetés marchar con el crucifijo con el que habían entrado en combate en todas las batallas de la guerra. Después siguió la clausura de los círculos carlistas, el cierre de sus periódicos y revistas e incluso la encarcelación de sus veteranos, como los 83 requetés detenidos en diciembre de 1945 en Pamplona por sus críticas al régimen. Los requetés habían ganado una guerra de la que pronto se sintieron perdedores. Hasta en eso fueron fieles a la tradición de sus mayores, como buenos luchadores de una causa perdida.