Hoppé, explorador formal
Por: EL PAÍS | 01 de mayo de 2012
Geroge Burchett tatuando la españda de una mujer, Londres 1931. Foto de E. O. Hoppé
Por Alberto Martín
El enorme prestigio y difusión que tuvo en su tiempo el trabajo fotográfico de Emil Otto Hoppé (Munich, 1878 – Londres, 1972), que firmaba públicamente sus trabajos como E. O. Hoppé, no se corresponde en absoluto con el lugar que ocupa en las historias de la fotografía, donde apenas se encuentra alguna mención a su figura o su obra. No cabe duda que la extensa exposición que ahora se le dedica en la Fundación Mapfre, procedente de laNational Portrait Gallery de Londres, es una interesante iniciativa que ayudará a subsanar esa carencia, permitiendo además acercarse a la trayectoria de un autor que ejemplifica perfectamente algunas cuestiones relativas a la importante transformación del medio fotográfico durante el primer tercio del siglo XX.
Hoppé (a la derecha, un autorretrato de 1910) se inicia en la fotografía en 1903, poco después de su llegada a Londres, ciudad en la que se instala definitivamente y donde abre su primer estudio fotográfico en 1907. Muy pronto consigue una gran reputación como retratista, debida sobre todo a sus retratos de personajes célebres: escritores, políticos, artistas, actrices, actores, bailarines. La exposición aborda con generosidad esta faceta, mostrando un numeroso grupo de retratos realizados preferentemente durante los años diez y veinte del pasado siglo. La lista de "famosos" es extensa: Henry James, Rudyard Kipling, Somerset Maugham, Conan Doyle, Marinetti, Thomas Hardy, Nijinsky, Vita Sackville- West, Ezra Pound, Rabindranath Tagore, Lilian Gish, Einstein, Mussolini, Gluck, Fritz Lang o George-Bernard Shaw entre otros muchos. Paralelamente, y siguiendo tanto una tendencia como un cierto gusto extendido en la época, se dedicó también a fotografiar tipos populares, personajes anónimos capaces de representar o sintetizar una determinada condición social, una ocupación, una raza, un estereotipo o una determinada situación de marginalidad. Concentrándose preferentemente en la cabeza o en el rostro de los personajes, generó una extensa serie de retratos caracterizados por un manifiesto interés hacia la fisiognomía, hacia la correspondencia entre aspecto físico y carácter o personalidad.
Ese mismo interés llevo a Hoppé a profundizar especialmente en el estudio del arquetipo o arquetipos de belleza femenina, reuniendo en el libro The Book of Fair Women(1922) una selección de sus retratos fotográficos de mujeres (en la foto de la izquierda Anne May Wong, 1926). Tanto esta línea de trabajo sobre la belleza, como su interés por los tipos sociales, están bien presentes en la selección de trabajos que se ha realizado para la exposición. El auge de las revistas ilustradas y el desarrollo de un incipiente fotoperiodismo que alimentaba dichas publicaciones, ofrecen a Hoppé un nuevo campo de trabajo, que será especialmente intenso para él en los años treinta. Dichas colaboraciones fotoperiodísticas, centradas en diversos aspectos de la vida cotidiana (trabajo, ocio, educación), así como en oficios y personajes caracterizados por su singularidad o excentricidad, completan la selección de imágenes reunidas para esta muestra. Hoppé desarrolló también una abundante producción centrada en la fotografía industrial y paisajística, realizando para ello múltiples viajes a diversos continentes. Sin embargo, esta importante parte de su obra, que dio lugar en su momento a un buen número de publicaciones, y en la que se puede percibir con mayor claridad que en el resto de sus trabajos una cierta inquietud y capacidad de evolución formal, no está representada en la exposición. De hecho, si por algo es interesante la trayectoria de Hoppé, es por ejemplificar perfectamente ese intenso momento de cambio que a lo largo del primer tercio del siglo XX lleva a una completa renovación del lenguaje fotográfico.
Su obra se sitúa todavía entre una estética pictorialista de la que no termina de desprenderse, especialmente en sus retratos de estudio, y la asunción de alguna de las vías de la fotografía modernista, sin optar claramente por una u otra. Le interesa en cierta manera la tipología y la serie, pero sin llegar a un desarrollo formal completo, del mismo modo que busca un lenguaje documental en sus trabajos de calle, sin llegar a definirse ( a la izquierda, Bebeindo té en la cantina de los autobuseros, Londres 1936). En ocasiones despliega un cierto enfoque etnográfico, como en su propuesta sobre el arquetipo de la belleza o en su “estudio de etnografía en las aceras de Londres”, pero sin ser demasiado riguroso y sistemático en su aproximación. E incluso en sus propuestas de fotografía industrial llegó a acercarse a los parámetros de la Nueva Objetividad. Quizás sea precisamente esa “inestabilidad” formal, a caballo entre diferentes lenguajes, la que haya contribuido a restar presencia a su figura en la historia de la fotografía (en la foto de la izquierda, abajo, retrato del artista Tomasso Filippo Marinetti, 1912). Por otra parte, su figura y su obra, son también un claro exponente, casi un verdadero muestrario, de las vías de comercialización que exploraba y encontraba la fotografía durante las primeras décadas del siglo XX: retrato de estudio, encargos de prensa, venta de fotografías, venta de derechos de reproducción, libros, fotografía de viajes, etc. Hoppé exploró casi todas las opciones que ofrecía el mercado de la fotografía en su tiempo, del mismo modo que experimentó, sin llegar a decantarse, múltiples estéticas. Esta exposición es una excelente ocasión para aproximarse a un interesante y poco conocido eslabón en la transformación del medio fotográfico.
E. O. Hoppé. El estudio y la calle. Fundación Mapfre. Avenida General Perón, 40. Madrid. Hasta el 20 de mayo.
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