miércoles, 9 de diciembre de 2009

Al acecho de los navíos españoles

EL PAIS

Al acecho de los navíos españoles

Una muestra recuerda los ataques piratas a los barcos que iban a América

SANTIAGO BELAUSTEGUIGOITIA - Sevilla - 08/12/2009

El descubrimiento de América espoleó la codicia de muchos europeos. Las noticias sobre riquezas fabulosas prendieron con la rapidez del fuego en paja seca. Piratas franceses acecharon a Cristóbal Colón en las islas Azores a la vuelta de su tercer viaje en 1498. Pero hubo que esperar hasta 1522 para que se produjera el primer asalto. Los primeros piratas fueron franceses. Luego llegaron los ingleses a finales del siglo XVI. Los holandeses y daneses se apuntaron al robo de barcos en el XVII.
Franceses, ingleses, daneses y holandeses atacaron los navíos durante tres siglos
Fueron tres siglos de ataques contra los barcos españoles. Las incursiones contra las poblaciones llenaron de tensión las costas americanas. Nadie se sentía seguro en los pueblos del Caribe. La exposición Mare clausum. Mare liberum. La piratería en la América española recorre los episodios principales de la pugna que enfrentó al imperio español con corsarios, bucaneros y filibusteros. El título de la exposición, mar cerrado frente a mar libre, alude a las dos concepciones que había sobre el mar en la época. La primera sostenía que el mar pertenece a quien se apropia de él; la segunda defendía la libertad de navegación.
La muestra, que estará abierta hasta el 31 de mayo en el Archivo General de Indias de Sevilla, reúne más de 170 piezas (documentos originales, libros, maquetas de fortificaciones, armamento y reproducciones de navíos). Destaca la documentación referente al envío de los regalos de Moctezuma, que Hernán Cortés remitía al emperador, y que fueron robados en un abordaje. También es importante la sentencia que condenó a muerte a Juan de Benavides Bazán, general de la única flota que cayó completa en manos enemigas en 1628.
El comisariado y los textos de la exposición corren a cargo de Falia González Díaz y Pilar Lázaro de la Escosura. González Díaz, archivera y licenciada en Historia, insiste en que la exposición "no se ha aprovechado de la expectación creada en torno al secuestro del atunero Alakrana". "La idea surgió hace año y medio y llevábamos preparándola desde entonces. Nos parecía un tema que siempre ha sido muy conocido a través de bibliografía extranjera más que española. Sin la piratería no se entiende la Historia de América. Hay muchos libros españoles sobre piratería, pero se basan demasiado en las fuentes bibliográficas de Francia e Inglaterra", comenta la comisaria.
"Para España, la piratería era un oficio despreciable y no se quería transmitir esa información que hacía alusión a ella. Drake se ofendía mucho de que los españoles le llamaran pirata. La primera historia de la piratería la hace Daniel Defoe, el autor de Robinson Crusoe. Queremos explicar la piratería desde el punto de vista del país que la sufrió. Y queremos explicar también el sistema defensivo que se instaló en América", dice González Díaz. La comisaria recalca el valor de otros documentos de la exposición, como los mapas, las capitulaciones de la pérdida de Jamaica o una patente de corso que permitía perseguir barcos piratas.
"El corsario isabelino del siglo XVI no tiene nada que ver con el filibustero del siglo XVII. Se les ha metido en un saco común y no tienen nada que ver. La piratería es un tema que da mucho más de sí que las películas. Se ha creado un mito. La realidad fue mucho más dura y difícil de lo que muestran los libros infantiles", concluye González Díaz.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Cuando España perseguía a los piratas

Andalucía | elmundo.es

Líder mundial en español

Sábado 28/11/2009. Actualizado 10:10h.

CULTURA | Exposición sobre la piratería en el Archivo de Indias

Cuando España perseguía a los piratas

* A través de planos y cartas se reconstruye la historia de la piratería
* Se exhiben legajos originales custodiados en el Archivo de Indias de Sevilla
* Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros en un recorrido por 170 objetos
* Tres siglos de historia de tráfico marítimo con América en una hora de visita

Javier Rubio | Sevilla

España sabe mucho de piratas. De enfrentarse con ellos, perseguirlos y darles caza al precio que fuera. Y también de acceder a sus pretensiones, que en la América hispana se sustanciaba en el Tributo de Quema exigido a las ciudades porteñas si no querían arder pasto de las llamas y que en nuestros días se materializa en forma de millonarios rescates pagados en dólares.

La exposición 'Mare clausum, mare liberum' que se inauguró el lunes 23 en el Archivo General de Indias se lanza al abordaje de la piratería en la América española prácticamente desde que se difundieron las riquezas descubiertas en el Nuevo Mundo.

El Tributo de Quema exigido por los piratas eximía a las ciudades de arder; hoy se pagan rescates en dólares

A través de 170 documentos se rememoran los ataques piratas al tráfico marítimo a menos de cien pasos de la plaza de San Francisco donde se ajustició al general de la Flota de Indias Juan de Benavides Bazán el 18 de mayo de 1634 por haber abandonado sin entablar combate en la bahía de Matanzas (Cuba) el cargamento de 70 toneladas de plata, 60 kilos de oro puro y varios cofres todo por valor de 15 millones de florines que transportaba el convoy real en 1628.

El episodio habla de la dureza con que se castigaba los pusilánimes o a los entreguistas, pero también de la diversidad de ángulos desde los que enfocar la cuestión: la cobardía que el almirante pagó con su vida se trocó en admiración en el caso de el pirata Piet Heyn, que dirigió el asalto, idolatrado en su país por hacerse con la ‘Golden Bird’, como se conocía en Europa a la flota de Indias, hasta el punto de convertirse en inspiración de canciones infantiles: «¡Piet Heyn! Su nombre es corto / su hazaña, magna / fue quien capturó / la flota de la plata».
[foto de la noticia]

La muestra repasa en diez expositores una historia que se inició en 1522 cuando el conocido en España como Juan Florín, genovés bajo pabellón francés, arrebató el tesoro de Moctezuma que Hernán Cortés enviaba a Sevilla gracias a la interceptación de las cartas de marear. La mayoría de los primeros piratas galos eran fanáticos hugonotes deseosos de hostigar a la Marina de Su Majestad Católica lo que, en un arriesgado paralelismo, podría representar hoy en día la amenaza de Al Qaeda para los gobiernos occidentales.
Un fenómeno extenso en espacio y tiempo

Ese es precisamente el interesante punto de partida de la exhibición, resumido en esta frase de uno de los primeros paneles a la vista del público: "Los piratas no sólo han existido en América, sino en todas las épocas y lugares. Han sido de todas las nacionalidades y razas".

El general de la flota de Indias en 1628 fue ajusticiado a cien metros del Archivo de Indias por abandonar el flete a los piratas en Matanzas

Incluso los españoles otorgaron patentes de corso (de ahí el nombre de corsarios para designar a las flotas no regulares que compartían el botín con el Gobierno que los autorizaba a actuar contra potencias enemigas) en 1674 en un intento a la desesperada por frenar la actividad de los filibusteros en Jamaica y las Antillas.

El nombre de la exposición sugiere, de entrada, que si los españoles sufrieron los ataques piratas fue porque consideraron el Atlántico como un mar propio (mare clausum, mar cerrado en latín) donde ningún barco sin autorización de la Corona podía comerciar.

Frente a esta tesis se alzaban quienes, como el holandés Hugo Grocio en su tratado ‘De iure parede commentarius’ de 1609, consideraban que las aguas debían ser libres para quien quisiera establecer relaciones comerciales. El debate se mantiene hasta la actualidad en torno a las aguas jurisdiccionales en disputa, como ocurre con el peñón de Gibraltar.
[foto de la noticia]

Precisamente Inglaterra tomó el relevo de Francia cuando las relaciones con ésta se recompusieron tras la firma de la paz de Chateau-Cambrésis. El primer navío inglés pirata registrado atacó la isla de la Mopna, entre las Antillas mayores de La Española y Puerto Rico.

Un nombre sobresale de esa primera época corsaria, tan idolatrado en Gran Bretaña como vilipendiado en España: sir Francis Drake, quien logró culminar la segunda vuelta al mundo gracias al secuestro del piloto portugués Nuño de Silva atravesando el océano Pacífico al que llamaban el Mar Español.

Precisamente ese distinto enfoque a la hora de considerar las hazañas o vilezas de los piratas es común a todas las naciones, según de qué lado se encuentren en la cambiante línea de la legalidad del derecho marítimo.

"Quien quiera que domine el mar, dominará el comercio, quien quiera que domine el comercio del mundo dominará sus riquezas y, por ende, el mismo mundo"

Doctrina de 'Guatarrala'

La ‘pérfida Albión’ se sometía a la doctrina que expresaba con insuperable lucidez otro ennoblecido asaltador del océano, sir Walter Raleigh, conocido por los españoles como el pirata Guatarrala por corrupción fonética de su apellido: «Quien quiera que domine el mar, dominará el comercio; quien quiera que domine el comercio del mundo dominará sus riquezas y, por ende, el mismo mundo».
[foto de la noticia]

España tenía que preservar su dominio del Nuevo Mundo consagrado en el Tratado de Tordesillas con cuyo facísimil se abre la exposición para situar al visitante en el reparto a ciegas del continente recién descubierto decretado por bula papal en favor de España y Portugal.

A tal fin consagró una ingente cantidad de recursos y esfuerzos bélicos: fortificando hasta hacer aparentemente inexpugnables las principales ciudades costeras (desde Cartagena de Indias a Portobelo), desarrollando un sistema de cifrado secreto para transmitir las órdenes y obligando a hacer el tornaviaje en convoyes escoltados por navíos de guerra navegando siempre a barlovento para poder maniobrar en auxilio de los mercantes.

Cuando todo ello resultó ineficaz para acabar con la acción de los piratas –de lo que también pueden extraerse enseñanzas históricas muy de actualidad-, España se vio obligada a abandonar territorios, las llamadas «islas inútiles» caribeñas que se convirtieron en guarida de gente de la mar de la peor estofa agrupados en la Cofradía de los Hermanos de la Costa en la isla Tortuga, por ejemplo.

A finales del XVII, un pirata versado en la escritura, Alexander Olivier Exquemelis, fijó en el imaginario colectivo la identidad del filibustero como hombre no sujeto a ley (esa parece ser la etimología de la palabra) que no se rinde ante nadie. Los escritores románticos terminaron por acuñar el mito que ha pervivido hasta nuestros días.
'Atrezzo' de la piratería

Las patas de palo -el primer pirata con esa prótesis fue el francés François Le Clerc que atacó Puerto Rico en 1554-, los parches en el ojo, los garfios en los brazos y los loros en el hombro han llegado amplificados por novelas y películas que ocupan, en un simpático guiño, el último espacio expositivo de la muestra.
[foto de la noticia]

Desde 'La Dragontea' de Lope de Vega, publicada en 1598, al barco de juguete de los Click, la piratería sigue bien presente en el ideario cultural colectivo siendo así que su actividad ilegal contra el tráfico marítimo sigue vigente, como acertadamente recuerda el último mapa de la exposición.

Tres siglos de historia de España apretados en un puñado de documentos (cartas, cédulas, relaciones, mapas, croquis) que sorprenden no sólo por su calidad sino por la exhaustiva maquinaria burocrática de la Corona española que todo lo anotaba, todo lo auditaba y todo lo supervisaba.

Junto a la impresionante documentación, dos modelos de naves construidas para el pabellón de la Navegación de la Expo 92, dos piezas cerámicas de la colección de Montpensier y varias maquetas del Museo Militar en préstamo sirven de contrapunto a la sucesión de vitrinas con legajos.

Gracias a esa minuciosidad, las comisarias Falia González Díaz y Pilar Lázaro de la Escosura han podido reconstruir la historia de la piratería sin tener que salir del Archivo de Indias como ya hicieron en 2008 con la huella española en Estados Unidos.

En suma, una inteligente muestra de que la historia resulta apasionante –e instructiva como se está viendo estos días- a poco que se quiera transmitir con entusiasmo como ellas hacen.